Los placajes de la vida
El rugby competitivo exige «un carácter solidario y comprometido, con el equipo y con la preparación individual». Un equipo consolidado tendrá una melé con carácter. Son ocho jugadores amarrados, brazos en tensión, el tronco paralelo al suelo, botas que arañan el césped. La melé, una formación básica del rugby, intimidatoria que resuelve quién tendrá el balón para atacar, simboliza la dureza de este deporte que ejercita la fortaleza, la velocidad y la coordinación. A cambio requiere destrezas técnicas y algo más.
La ‘touche’ significa otra batalla por la iniciativa, en este caso en el aire. Una musculosa coreografía entre el jugador que lanza el balón desde la banda, el gigante que salta por él, quienes elevan a éste y los que aguardan prestos para un ‘sprint’ con obstáculos.
Ni posar el balón, ni lanzarse a placar al contrario. Nada es posible sin la voluntad de luchar y resistir. Sin la convicción de volver a levantarse después de cada caída.
El pasillo. Al concluir el partido, el equipo que ha ganado hace pasillo al perdedor, que a continuación le devuelve la cortesía. Todos intercambian aplausos y felicitaciones. Ya por separado, cada bloque analiza en círculo cómo ha ido el encuentro. Sin olvidar el saludo a la afición , que generalmente es el 16° jugador
El tercer tiempo. Después de la ducha los contendientes y los árbitros comparten comida y bebida en una conversación que sirve para cerrar los piques derivados de la fogosidad de la contienda. Y algunas veces este tercer tiempo llega a ser más largo y a dejar más anécdotas que los dos primeros.
Y más que todo esto, los jugadores que están en una continua migración en clubes de todo el país como estudiantes o por trabajo, da al rugby un aire de fraternidad completa . Hoy jugarás en Plasencia, contra Oviedo o Cáceres. O Madrid. Pero mañana puede ser que juegues en Madrid contra el CAR Cáceres o Gladiadores de Mérida. De esto trata el rugby de ser más que un deporte, una preparación para la vida.
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